Wednesday, April 2, 2014

Amalgamas Dentales



Problemas de salud como inestabilidad emocional, deficiencia del crecimiento durante el desarrollo fetal, problemas de concentración hasta retraso en el desarrollo durante la infancia, son algunos de los efectos que se asocian al mercurio utilizado en clínicas odontológicas. El mercurio deprime al sistema inmunológico, y está relacionado a enfermedades autoinmunes, colitis ulcerosa, Alzheimer, depresión, etc. Además el mercurio incrementa el número y la severidad de las alergias. Otros síntomas son el cansancio, la agresividad y la pérdida de apetito.
El mercurio se utiliza en la mezcla para calzar las piezas dentales afectadas con caries. Las amalgamas o las conocidas calzas de plata son una mezcla de zinc, estaño, plata y mercurio, este último con una proporción de 50 por ciento en la mezcla tiene la función de alear (unir) todos los metales y es altamente perjudicial para salud, así lo han manifestado especialistas de la Organización Mundial de la Salud.

 El mercurio se puede infiltrar al cuerpo a través de tres vías principales:

La primera ocurre cuando desde la cavidad bucal y nasal llegan vapores de mercurio a la circulación sanguínea y, a través de los nervios, directamente al cerebro.

El mercurio elemental o metálico de las amalgamas al salir en forma de vapor se transforma una parte en mercurio inorgánico y, por la acción de la flora bucal, otra parte se transforma en el peligroso metilmercurio, según especialistas.

Los vapores de mercurio se ingieren parcialmente por los pulmones a través de las vías respiratorias y pasan también a la circulación sanguínea. Puesto que órganos como el hígado, la vesícula biliar, el corazón y los riñones trabajan como un filtro sanguíneo, es aquí donde se almacena principalmente este metal tóxico.

La segunda vía de ingesta del mercurio ocurre cuando se desprenden partículas de amalgama al momento de masticar alimentos y al cepillarse los dientes enérgicamente (y más aún si se rompe y tragamos algún trozo de amalgama).

A pesar de que la absorción intestinal del mercurio suele ser como máximo de un 10 por ciento, al llegar al intestino se transforma a metilmercurio (el más peligroso) con la ayuda de la flora intestinal y desde ahí pasa a la circulación sanguínea y por último se almacena en los órganos.

El mercurio también se propaga desde las encías, las raíces dentales y la mandíbula hasta el sistema nervioso central.

Es aún más peligroso cuando hay caries bajo la amalgama o cuando se pone en endodoncias. Los propios fabricantes de amalgamas aconsejan no ponerlas en endodoncias, a mujeres embarazadas (por el peligro para la mujer, pero sobre todo para el feto, pues el ión mercúrico atraviesa la placenta) y no poner amalgamas a niños (porque su sistema inmune aún no está completamente formado) y a personas con serios problemas renales.

A pesar de haberse empezado a utilizar desde hace más de 150 años y tener pocas evidencias de los daños en la salud, nadie niega que el mercurio representa un peligro para la salud.

“Pacientes que tienen la mayoría de sus piezas calzadas con amalgamas enfrentan problemas a nivel del sistema nervioso, problemas de comportamiento, irritabilidad y nerviosismo.
 


El principal problema es que el mercurio una vez instalado en las piezas dentales causa daños “silenciosos y paulatinos”, porque los gases que se desprenden de las piezas no destilan olor, ni sabor, no es posible percibir qué nos está afectando y los probleas no se ven inmediatamente después que te calzas una muela.

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